Me interesan los personajes que no llegan ni a la categoría de secundarios. Como esos tipos disfrazados de Papá Noel que a veces he visto bebiendo como si no hubiese un mañana en el bar de la estación de autobuses de Ciudad Real. Son los primos de los sepultureros de Hamlet, los soldados que montan guardia en Macbeth y del bufón que entretiene al rey Lear.

Hace tres o cuatro años pasé por Cortylandia en plena actuación. Me hipnotizó el gran número de gente que acude a ese espectáculo con el que el Corte Inglés crea un vínculo emocional con potenciales clientes cuando aún son niños. Me dije que tenìa volver con una cámara y algo de tiempo para ver si era capaz de ensamblar algunas piezas de ese puzzle.

Cuando hace unos meses cumplí esa promesa que me hice llegué con un plan sencillo: observar a la marea humana desde la lejanía y desde dentro. En el interior se siente cierto calor; se escuchan los retazos de conversaciones; se sufren los pisotones y se palpa una atmósfera en la que se mezclan perfumes caros y baratos. Pasé un par de tardes observando la ida y venida de las familias que pasan por allí cada hora para que los niños escuchen las canciones que cantan los enormes muñecos.

Los otros protagonistas del espectáculo son los que lo aprovechan para ganarse la vida: manteros que venden bolsos que imitan a los que ofrece el Corte Inglés, globeros que se afanan en llamar la atención de los niños, gitanas que se acercan con bengalas y los que sudan la gota gorda cargando el pesado disfraz de algún personaje de dibujos animados. El trabajo de todos ellos es bastante jodido.

Entre otras cosas porque se suceden las carreras para escapar de unos policías que prefieren intimidar a detener. Aunque Madrid tiene muchos calabozos, estos se quedarían cortos si se encerrara a todos los que insisten en ganarse la vida en las calles. Informe C es una narración breve de ese teatro estacional que cada año se instala en una de esas calles, la Maestro Victoria.